La llegada a Pekín como destino final del trayecto del Transiberiano fue agridulce. El paso de la frontera de Mongolia a China es una experiencia muy interesante. Rusia y Mongolia utilizan un ancho de vía un poco mayor a la standard, que es el ancho de vía presente en China, para solventar esta situación al llegar a la frontera el tren se detiene y comienza un proceso de levantar cada vagón (con los pasajeros adentro) y cambiar los bogies o ruedas adaptadas al nuevo ancho de vía.

Esto normalmente dura varias horas y las autoridades aprovechan para tramitar el control de pasaportes. Lo que no avisan previamente es que durante estas horas los servicios del tren permanecen cerrados y a menos que aun guardes comida y bebida (cosa difícil a estas alturas del viaje) pues hay que aguantarse.

Aun así, creo que cualquier viajero del Transiberiano recordará este momento como uno de los más esperados del viaje.

Cambio de bogies en la frontera Mongolia-China
Últimos tugriks para gastar, hay muchos billetes pero no daba para mucho

Después de comprar provisiones y gastar los últimos tugriks (la moneda de Mongolia) no sin antes percatarme de la mirada de la cajera china con un tono de desprecio al tener que aceptar estos billetes, comenzamos a saborear las últimas horas de tren del trayecto, he aquí el momento agridulce.

Con muchas ganas de conocer China pero sabiendo que es el comienzo del final y que toca despedirse de un grupo de gente muy especial de muchos lados del mundo que fueron compañeros de anécdotas.

Conociendo Pekín

Antes de conocer Pekín tenía la idea de una ciudad de enormes dimensiones, caótica y contaminada y poco moderna.

Las primeras tres acerté, pero la última me equivoqué por completo. Es natural que una ciudad cuando es elegida sede para los Juegos Olímpicos se transforme y se haga un buen lavado de cara, quizás uno de los mejores ejemplos recientes sea Barcelona, y lamentablemente cuando conocí Pekín era el año 2010, dos años después de la cita olímpica, así que para revisar diferencias entre el antes y el después habrá que esperar a otra futura ciudad Olímpica.

Quizás había estado más pendiente de conocer ejemplos de su arquitectura tradicional, como La Ciudad Prohibida, el Palacio de Verano, o el Templo del Cielo, pero el caso es que además de las construcciones nuevas (entre ellas el Estadio Olímpico o Nido de pájaro y el Cubo de agua) y las que se reformaron para los Juegos Olímpicos, Pekín está siendo transformada también por una buena cantidad de edificios modernos, un ejemplo reciente es la sede del Teatro Nacional de Pekín, también conocido popularmente como “El Huevo“.

Esta característica de Pekín, la convierte en una ciudad con un aire muy tradicional pero con ánimos de reinventarse, a ratos, dando la impresión de estar en alguna ciudad moderna de Estados Unidos y el consiguiente deterioro de barrios típicos, como los Hutongs (leer mas).

El diseño ganador

El proyecto escogido para el Estadio Olímpico de Pekín fue para los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, quienes impresionaron a un jurado integrado por Jean Nouvel y Rem Koolhaas entre otros, con un diseño en sus palabras “de brillante desafío estético y estructural”.

Inspirada en la trama de un nido de pájaro, la malla que recubre la fachada es a la vez contenedor del estadio y alberga todos los sistemas de circulación. El mismo entramado de acero, posee aberturas en algunos puntos y una membrana traslúcida para controlar las entradas de luz y aislamiento acústico del exterior. Y aunque desde fuera da la sensación que este entramado fuera un poco fruto del azar, está basado en minuciosos cálculos geométricos.

La obra requirió la utilización de más de 100.000 toneladas de acero, convirtiéndose en la estructura de acero más grande del mundo. Produce energía a través de paneles solares, el agua de lluvia es recolectada y purificada para uso del estadio y además posee un sistema de recolección de aire caliente para calentar el estadio en invierno y de aire frío para hacer lo mismo durante el verano, en un intento de ser un ente más sostenible.

Detalle del entramado
El “Nido” al atardecer

Sin embargo, a pesar de haber sido un éxito durante los Juegos Olímpicos, su utilización en la vida de la ciudad después de las Olimpíadas ha sido prácticamente nula. Desde entonces solamente ha albergado tres eventos deportivos del ámbito futbolístico, y tres años después de su culminación el “Nido” sigue vacío.

A pesar de eso, el Estadio se puede visitar sin ningún problema, aunque hay que llegar temprano, ya que cierra sus puertas después de las cinco de la tarde. Aún sin entrar el recinto la gran plaza a su alrededor se llena de familias en busca de espacios abiertos. Más fotos en mi página de Flickr.

Fin del Transiberiano

Tras tres semanas de aventuras por tres países, llegó el duro momento de volver a casa. Llegado ese punto, eran pocas las ganas de enfrentar un largo vuelo para regresar a la rutina y a la realidad. Ni las grandes comodidades que experimenté en Aeroflot (una aerolínea que me sorprendió gratamente), ni la más cómoda almohada para llevar en el avión podían mitigar el hecho que se acababa la aventura más increíble de mi vida.

El Transiberiano es una experiencia que, si bien me causó mucho respeto al principio, me brindó grandes aprendizajes y es algo que volvería a repetir. Si estás dudando de hacer ese gran viaje, no te lo pienses más y hazlo. ¡No te arrepentirás!

¿Cómo llegar?

Para llegar al Estadio hay que ir hasta la estación Olympic Sports Center de la línea 8.

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El metro de Pekín

El metro de Pekín fue otra de las cosas que me sorprendió gratamente. Es muy fácil de usar al estar también señalizado en inglés y no representa ningún problema usarlo, también tiene un precio muy económico y puede ser útil a la hora de evitar colas y atascos. Únicamente hay que pasar la mochila o cualquier bolsa que lleves encima por un sistema de rayos X como en los aeropuertos, lo que puede ralentizar un poco el proceso.