En el itinerario del Transiberiano, hice un recorrido por la capital de Mongolia, Ulán Bator. Estando allí no pude evitar pensar en la increíble similitud que existía entre el rascacielos Blue Sky Tower que no conocía anteriormente, y el Hotel W, más conocido como Hotel Vela de Barcelona.

Hotel W, Barcelona

Como todas las disciplinas artísticas, al comienzo es difícil encontrar una voz propia y es común el intentar imitar (de forma consciente o inconsciente) a aquel que más admiramos, sin embargo, así como en la música este tema está meticulosamente blindado y a la mínima pueden haber acusaciones de infringir los derechos de autor, después de hacer una pequeña investigación, no he descubierto ninguna legislación que regule el tema de plagio en arquitectura. Pero volviendo al tema de los edificios en cuestión, es evidente la similitud que existe en el aspecto formal, pero a efectos prácticos ¿es producto de la casualidad?

Construido sobre un terreno ganado al mar en el puerto de Barcelona, el Hotel W de Ricardo Bofill comienza a gestarse como proyecto ya en 1999. Después de numerosas modificaciones hechas en el diseño original, entre ellas la reducción de la polémica altura de 160 metros de su proyección inicial y su extrema cercanía a la costa, el edificio redujo su altura a unos 88 metros que adicional a la plataforma de 11, suman 26 plantas y la centena de metros. Desde su presentación hasta el comienzo de las obras en 2006 pasaron siete años.

Boceto Hotel W, Barcelona

Renders. Blue Sky Tower, Mongolia

El Blue Sky Tower de Ulán Bator, igualmente comenzó su construcción en 2006 y fue finalizado en 2010, un año más tarde que el Hotel W. Al igual que su “hermano” de Barcelona, tiene unos 100 metros de altura repartidos en 25 plantas, ambos son hoteles de lujo, han recibido el mismo tipo de revestimiento y están emplazados en sitios donde es imposible que no destaquen. Además se ha convertido en el edificio más alto de toda Mongolia.

Modelo Hotel W, Barcelona

Con obras de tal relevancia es normal que surjan detractores y defensores, aunque no tengo certeza si este ha sido el caso en Mongolia. Con respecto al Hotel W, los amantes de los rascacielos hubiesen preferido una altura mayor a los 160 metros y grupos ecologistas exigen su demolición por encontrarse en zona portuaria y no acotar la Ley de protección de costas. Es muy fácil hacer críticas cuando no se ha participado en un proyecto y uno ejerce únicamente de espectador. Desde luego pienso que el Hotel W tiene méritos como obra de arquitectura y como un hito nuevo en la ciudad, pero al mismo tiempo echo de menos el ir a la playa en la Barceloneta y no tener un edificio bloqueando la vista.

Para los asiduos de la playa de San Sebastián tampoco debe haber sido de mucho agrado la pérdida repentina de privacidad, sin embargo como asiduo ciclista agradezco la prolongación del paseo de la Barceloneta. En fin como en cualquier disciplina, es imposible complacer a todos.

Intentando cerrar este artículo y volviendo al tema central que nos ha traído hasta aquí, he recordado muchos de los casos que se daban en la Facultad, cuando una gran cantidad de estudiantes comenzábamos a trabajar en el mismo proyecto, con las mismas condicionantes y en grupos separados. Curiosamente en muchas ocasiones hubo resultados muy similares provenientes de personas y cursos distintos, lo que me lleva a pensar que probablemente este parecido sea producto de la casualidad y de la afirmación que esta forma particular es idónea para crear tipologías de hoteles, y si no fuese ese el caso, creo que el mundo es bastante grande para albergar dos o más hoteles vela. Sin ir más lejos, no es difícil encontrar más edificios con esta curiosa forma en distintas ciudades.