El Marruecos de la costa Atlántica dista mucho del Marruecos central y del Atlas Medio, y eso se siente enseguida al llegar a Casablanca, sobretodo si previamente ya has recorrido por coche el interior del país. El llegar a la costa es un alivio para el cuerpo, las temperaturas inhumanas, que en muchas ocasiones sobrepasan los 50º C, que experimentan los incautos que viajan a Marruecos en pleno agosto (como mi grupo y yo) se desvanecen por completo gracias a la fresca brisa marina que sopla sin parar. Provenientes de la capital del país, Rabat, que se encuentra a tan sólo 100 kilómetros o 1 hora y poco más en coche, este trayecto por la costa es a la vez hermoso e inquietante y es a la vez el tramo de carretera más transitado en África. En este pequeño tramo de costa se concentra al menos una cuarta parte de la población de Marruecos, entre Casablanca que es capital comercial y motor económico del país con cinco millones de habitantes y Rabat, capital política con unos dos millones y segunda ciudad de Marruecos. 

Mezquita Hassan II, Casablanca

Si bien es cierto que Casablanca es la ciudad donde más se genera riqueza en Marruecos, esto a su vez ha provocado un enorme y descontrolado ascenso de su población, traducido en kilómetros de barrios de chabolas pobladas de gente del interior en busca de una mejor vida en la cosmopolita Casablanca. La vida y el ambiente que se respira aquí es quizás más liberal que en el interior de Marruecos, reflejado sobretodo en la forma de vestir y en los muchos centros de ocio que están a lo largo del famoso Boulevard de la Corniche. Es una ciudad caótica, con grandes problemas de tráfico, pero a su vez tiene una gran arquitectura colonial herencia de la ocupación francesa y amplias avenidas. Aunque si hay una obra en Casablanca que apabulla por completo y acapara todas las miradas, esa tendría que ser la Mezquita Hassan II.

Esta impresionante edificación desde luego no pasa desapercibida al llegar a la ciudad. Construida entre los años 1985 e inaugurada en 1993, para conmemorar el aniversario del rey Hassan II, fue diseñada por el francés Michel Pinseau y la concepción de la idea y del emplazamiento sobre terrenos ganados al mar, proviene de un verso del Corán que dice que el trono de Dios se erigió sobre las aguas. Si nos remitimos a números y cifras, éstas son asombrosas, su minarete tiene una altura de 210 metros, en cuya punta hay un láser que apunta hacia La Meca, convirtiéndose en el edificio más alto de todo Marruecos y en el templo de mayor altura en el mundo, aunque en términos de aforo puede albergar 25.000 personas y se puede acondicionar para alojar a 80.000 personas más en los patios y plazas aledañas, es la tercera mezquita más grande del mundo en superficie.

La obra contó con la colaboración de miles de maestros artesanos traídos de todos los rincones del país que se encargaron de crear todos los azulejos, las molduras de estuco y tallas de madera, además de todo el trabajo de pavimentación que se realizó en mármol y granito. El interior es igualmente impresionante, la cubierta de la sala de oraciones es de carácter retráctil y se puede abrir para dejar entrar los rayos del sol, en adición, el suelo está dotado de calefacción central.

Interior de la mezquita. Imagen: www.viajeaafrica.com

Aunque los casablanquinos están orgullosos de tener este gran monumento en su ciudad, la otra cara de la moneda es la polémica que viene rondando desde su gestación. En efecto es una obra impresionante, ¿pero merecía la pena tanta majestuosidad y gastarse unos 500 millones de dólares casi en su totalidad proveniente de dinero público? Hay mucha gente que es de la opinión que ese dinero debió haber sido utilizado para otros fines, sobretodo en una ciudad con tantos problemas por resolver y tanta pobreza. También existe el tema de su mantenimiento, su proximidad con el mar y el hecho que su propia plataforma es un rompeolas, ya presenta evidentes muestras de deterioro y no está claro quien se hará cargo de su costoso mantenimiento.
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¿Cómo llegar?
Para los que visitamos Casablanca, así sea de paso, merece la pena pasarse unas horas por la Mezquita para admirar tal maravilla, además de aprovechar la oportunidad de verla por dentro, ya que aparte de la Mezquita de Tin Mal en el Gran Atlas, esta es la única que permite la entrada a los no musulmanes. Para tal fin hay que apuntarse a una visita guiada (120 dirhams, el cambio es a razón de 1€ = 11MAD, aproximadamente unos 11€), llevar ropa “respetuosa” y quitarse los zapatos. La mejor forma de llegar es en petit taxi, desde el centro puede valer unos 10 MAD.


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