Debo reconocer que no me gusta documentarme demasiado sobre un sitio al que voy a conocer, normalmente hago una pequeña investigación de sitios que quiero visitar, pero en definitiva me gusta tener aquello del elemento sorpresa. Luego cuando me encuentro en el sitio me arrepiento enormemente de esta decisión, mas aún cuando el sitio en sí es un lugar tan especial como Gamla Stan, el casco antiguo de Estocolmo.
En la medida de lo posible trato de enmendar mi error e indagar un poco mas, para luego repetir la visita e intentar tener una visión mas global del sitio. Pero al querer compartir la experiencia del viaje, prefiero olvidarme de la información técnica que se encuentra fácilmente en cualquier página de internet y compartir mi punto de vista del sitio. Para comenzar a comprender la esencia de esta ciudad, digo comenzar porque apenas si habré captado una mínima parte tras una visita tan corta, hay que ver a Estocolmo no como una ciudad cualquiera, sino como un enjambre de islas conectadas por puentes.
Ciudad entre puentes
Gamla Stan (ciudad antigua o la ciudad entre puentes), cuyo origen data del siglo XIII, es uno de los centros medievales mejores conservados de Europa, donde se refleja un estilo arquitectónico mas alemán que sueco, gracias a sus primeros habitantes que provenían del norte de Alemania. Viene siendo la isla central de este enjambre y a pesar de ser la más pequeña es la que tiene mas peso, tanto por su importancia como casco histórico así como por su enorme belleza. En ella podemos encontrar el Palacio Real, la Iglesia Alemana de Estocolmo (Tyska Kyrkan), la Plaza de Stortorget, y el Museo Nobel, entre otros.
El agua es omnipresente en Estocolmo, y se podría decir que en cierta forma los puentes son el elemento integrador de la ciudad, lo que la convierte en un solo ente. Esto puede ser cierto para el verano, pero hay que entender que en invierno el agua que separa las islas se convierte en hielo, y donde antes un puente nos indicaba un camino establecido para cruzar de una isla a otra, ahora existe la posibilidad de escoger cualquier camino a seguir a través del hielo. Para mí es imposible describir este cambio sin haber estado jamás en invierno, pero sólo imaginarlo debe ser sobrecogedor.
Cada ciudad cambia con cada estación, y para alguien como yo que vengo del Caribe (un lugar exótico por excelencia), donde hay cambios estacionarios prácticamente imperceptibles, no puede haber algo mas exótico que tener casi 24 horas de luz y una cantidad de canales azules en verano, para pasar a tener días sumamente cortos, oscuros y rodeados de una blanca solidez en invierno. Para mí, Gamla Stan representó calidez, alegría, comida y sobretodo café. El momento del “fika“, que viene siendo una especie de merienda o pausa del trabajo para tomar café acompañado por alguna bollería o galletas, es algo intrínseco a la cultura sueca, y un acto deliberadamente hecho para socializar. Mi mejor recuerdo es estar en la Plaza Stortorget, tomando un fika como cualquier holmiense e imaginando como sus fachadas rojas y amarillas harán contraste en invierno con las calles empedradras teñidas de blanco nieve.
¿Cómo llegar?
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Convenientemente existe una estación de Metro (Estación Gamla Stan) dentro de la isla, sin embargo la distancia desde la estación Central de Estocolmo es tan corta que prácticamente se puede llegar caminando desde cualquier punto céntrico. Otro mito a derribar sobre Estocolmo son sus precios, si bien es una ciudad cara comparada con cualquier ciudad española, hay que tener en cuenta que existen muchísimas opciones económicas tanto para alojarse como para comer, mientras no pidamos alcohol que si es considerablemente mas caro. Otra forma de mantener controlado el presupuesto es consiguiendo vuelos baratos con Liligo, haciendo posible visitar esta ciudad por mucho menos de lo que pensamos.